miércoles, 30 de octubre de 2013

La moneda cubana: símbolo de la independencia nacional.

En su número 60, año sexto, de septiembre 1954, La Revue Française dedica un dossier de unas veinte páginas a Cuba. Entre los textos aparecen una biografía complaciente de Fulgencio Batista, firmada por Enrique Serpa; un texto amplio sobre la producción de caña de azúcar: «La production de canne à sucre», del Presidente del Comité Ejecutivo Nacional de la Asociación de Colonos de Cuba, Ismael Camarada-Toledo;  otro sobre los franceses en La Habana, firmado por Georges Dor, y cuatro cuyos autores no han sido precisados: «La Havane: ville internationale»; «Les  échanges  commerciaux franco-cubains»; «Activité economique: Activités ‘Hamelle’ à Cuba - L’île du tabac», y «La monnaie cubaine, symbole de l’Indépendence Nationale». Por el interés que encierra este último artículo he decidido reproducirlo aquí, traducido del francés.

Felipe Pazos, fundador y primer presidente del Banco Nacional de Cuba. © University of Miami Libraries. Cuban Heritage Collection.
En el momento en que fue instituida, en 1902, la República de Cuba, el dólar estadounidense había adquirido una preponderancia oficial en el país, como consecuencia de diversos factores de orden político-económico. Durante la ocupación militar norteamericana de la isla, luego de los acontecimientos históricos que determinaron la firma del Tratado de París, a través del cual, el 10 de diciembre de 1898, España renunciaba a su soberanía secular sobre Cuba, el gobierno interventor promulgó un decreto que fijaba el valor, en relación con la moneda norteamericana, de los centenos españoles y los luises franceses que circulaban en el territorio cubano, y se utilizaban en las transacciones comerciales. De esta manera, el dólar había sido promovido al rango de moneda oficial, se aceptaba como forma de pago de las rentas públicas, y se había convertido en la unidad de referencia para establecer el valor de las otras monedas. Esta medida no le ofrecía al país un sistema monetario, pero logró proporcionar un poco de orden en el caos de signos monetarios de oro y plata que circulaban entonces.

Fue solamente en 1914, que se creó una moneda cubana y se asentaron las bases de un sistema monetario nacional, pero hubo que esperar largos años para dotarla de personalidad independiente. La llamada ley «de defensa económica», cuyo principal inspirador fue el ilustre cubano, Dr. Leopoldo Cancio Luna, decidió el acuño, bajo el monopolio exclusivo del Estado, de una moneda fundamentada por su patrón en oro. El peso quedó definido como unidad monetaria nacional, con el mismo contenido de oro puro que el dólar de Estados Unidos; se decidió que sólo la moneda nacional y el dólar tendrían curso legal y fuerza liberatoria en los pagos crediticios. A pesar de esto, el nuevo sistema monetario carecía de la flexibilidad necesaria para adaptar su circulación al proceso de expansión económica que se desarrollaba, ya que éste no establecía un organismo central de control de la función monetaria, y el volumen de los medios de pago se había vuelto dependiente de los movimientos en la balanza de pagos y créditos bancarios; pero, en la práctica, al establecerse el dólar en el rango de moneda de primordial importancia en el país, por su uso tanto interno como internacional, ese sistema facilitaba las inversiones extranjeras, gracias a la garantía de estabilidad en el canje.
Banco Nacional de Cuba. © University of Miami Libraries. Cuban Heritage Collection. Manuel R. Bustamante Photograph Collection.
La progresiva desaparición de las monedas de oro, casi desde el comienzo de su acuñación, afincó el papel preponderante del dólar como moneda principal en el seno de la economía nacional; la reforma monetaria consagró, en lo adelante, un sistema monetario automático, dado que el elemento fiduciario de las monedas de plata y níquel estaba limitado por la reducida cantidad cuyo acuñamiento estaba autorizado.

El dólar conservó la posición de moneda fundamental hasta 1932, año en que se comenzó a acuñar una serie de monedas de plata; de 1932 a 1939, las emisiones alcanzaron más de 80 millones de pesos y, por primera vez, se autorizó la emisión de certificados de dinero, garantizados por las monedas de plata acuñadas. Al mismo tiempo, se reconoció un poder liberatorio ilimitado para las monedas de plata, poder que, hasta la fecha, estaba restringido; y se introdujo así un cambio fundamental en el sistema creado en 1914, puesto que quedó establecido, de hecho, un nuevo patrón monetario: el peso de plata, moneda de carácter parcialmente fiduciario.
Ese sistema dual de circulación interior del dólar y del peso debía permitir a este último, en definitiva, jugar el papel que le correspondía como moneda en el seno de la comunidad nacional de pagos, quedando reservado el dólar para transacciones internacionales.

En 1942, una nueva legislación se propuso como objetivo la unificación del régimen monetario: tomando como base al peso, centralizó las reservas monetarias y autorizó la emisión de certificados de dinero cubano, garantizados a razón de un 98% con respecto a los dólares, a los valores en dólares o en oro. De esta manera, el elemento fiduciario de la moneda fue limitado al 2%, correspondiendo a los gastos de emisión ocasionados.
Interior del Banco Nacional de Cuba. © University of Miami Libraries. Cuban Heritage Collection. Manuel R. Bustamante Photograph Collection.
Los acontecimientos de la guerra provocarían una fuerte aumentación de las reservas monetarias oficiales y acrecentaron la circulación interior del dólar, que beneficiaba aún del curso legal y del poder liberatorio. Ese proceso de centralización y de acrecentamiento de las reservas internacionales del país constituyó una coyuntura excepcionalmente favorable para la creación de un banco central de emisión y de redescuento, fundado a raíz de la ley n° 13 de 1948, que marcaba una etapa decisiva en la consolidación de la moneda nacional cubana.

La nueva institución, el Banco Nacional de Cuba, es un banco de bancos; goza del privilegio exclusivo de emisión; cumple la función de prestamista de última instancia, aumentando la capacidad de crédito del banco privado, gracias a las operaciones de redescuento o de adelantos a corto término, garantizados por los documentos suministrados por la agricultura, la industria o el comercio. Esta función permite al banco de influenciar sobre el volumen total del crédito y de alentar, en la medida donde esto sea posible para la política monetaria, las actividades productivas más favorables al desarrollo económico de la nación.
Ventanillas del Banco Nacional de Cuba. © University of Miami Libraries. Cuban Heritage Collection. Manuel R. Bustamante Photograph Collection.
Conformemente al sistema en vigor bajo la ley n° 5 de 1942, el papel de la Tesorería era puramente automático o pasivo, en lo que concierne a la expansión o a la restricción de crédito, quedando sumisas las emisiones a las fluctuaciones de la balanza de pagos. En cambio, el Banco Nacional de Cuba puede incidir en la elasticidad y el efectivo de la estructura de crédito, aumentando o restringiendo el volumen de éste, conforme a las necesidades del comercio y la producción.

La unidad monetaria de la República, el peso, está respaldado contra su valor en oro, quedando fijo su contenido en 0,888671 gramos. Esta unidad es en realidad teórica, puesto que está prohibida la acuñación de monedas de oro, y si el banco debe mantener la convertibilidad de sus reservas monetarias de oro y de divisas extranjeras convertibles también en oro, no está por ello obligado a volver a comprar su déficit monetario con oro metálico, sino que puede introducir bonos comprados en el mercado extranjero, utilizando como patrón el oro o las monedas convertibles en éste. De hecho, el patrón monetario es más bien un patrón de divisa en oro.
Interior del Banco Nacional de Cuba. © University of Miami Libraries. Cuban Heritage Collection. Manuel R. Bustamante Photograph Collection.
El dólar ha sido privado de su poder liberatorio en el país, aunque, ya desde 1947, había desaparecido en gran medida de la circulación interior; ello contribuye a incrementar las reservas monetarias oficiales del país y a reforzar la moneda nacional, que se ha convertido actualmente en una de las más sólidas del mundo.

Cuando fue inaugurado oficialmente el Banco Nacional de Cuba, el 27 de abril de 1950, las reservas monetarias oficiales en oro y en divisas extranjeras convertibles en oro, ascendían a 439 millones de pesos, y, en abril de 1954, alcanzaban la elevada cifra de 536 millones, o sea, una garantía del 79% del déficit monetario y bancario de la Institución.
En sus cuatro años de vida, el Banco Nacional de Cuba ha consagrado lo mejor de sus esfuerzos en consolidar la independencia monetaria y reafirmar la gran confianza que inspira el peso cubano, puesto en una escala de igualdad con respecto al dólar, en un régimen de libertad de cambio cuyo mantenimiento está ampliamente garantizado por el estado actual de las reservas monetarias.

Esas reservas no son solamente la salvaguardia de la estabilidad monetaria cubana, sino que constituyen también una base esencial en el proceso gradual y creciente desarrollo económico al que aspira el país, a fin de mantener y mejorar su nivel de bienestar moral y material.

Traducido del francés por Javier de Castromori.

martes, 22 de octubre de 2013

Una habanera altruista. Por Domingo Figarola Caneda.

Enriqueta Augustina Rylands (1843-1908). Detalle de una escultura de John Cassidy. © John Rylands Library.
Los que en el extranjero se consagran a investigaciones de historia y bibliografía de Cuba se ven sorprendidos con frecuencia por el hallazgo de cubanos que de un modo u otro se han distinguido o figurado lejos de la tierra natal, siendo en ella poco conocidos o completamente ignorados. A esto contribuye en mucho, sino en todo, el hecho de no llevar esos cubanos apellidos españoles, por ser hijos a lo menos de padres extranjeros, o porque tratándose de cubanas, al contraer matrimonio con un extranjero, han perdido el uso de los apellidos que por nacimiento les corresponde.
Pero a nuestro entender, ninguna cubana habrá sido menos conocida en su tierra natal, y a pesar de haber ido al sepulcro llevando una notoriedad nada común, cual lo fue Mrs. Enriqueta Augustina Rylands.
Y con el ánimo de hacerla conocer de nuestros lectores, ofrecemos las noticias que hemos reunido, ya buscadas por nosotros, ya suministradas por el único miembro que de la familia existe, ya por último, extractadas de una revista (1) y de un folleto (2).
Por los años de 1820 a 1824 vino a establecerse en el comercio de La Habana el súbdito inglés Mr. Stephen Cattley Tennant, y en 1831, ya en dicha ciudad existía la razón social de S. C. Tennant y Comp., dedicada, entre otros negocios comerciales, a la consignación de buques que hacían la carrera entre Liverpool y La Habana.
Y por más que nuestra capital era entonces bastante reducida, esta firma comercial era sin duda importante, puesto que en sus anuncios de salidas de buques se publica la de la fragata Byron, sin otra dirección que la expresada firma. Más tarde, o sea de 1844 a 1860, sabemos que existió esta casa de comercio, primeramente en la calle de los Mercaderes número 24, después en la de Cuba número 12, y por último, en la misma de los Mercaderes número 83, pero girando bajo la razón social de Clark, Tennant y Ca., y luego Tennant y Ca.
Enriqueta Augustina. © John Rylands Library.
Pero no era uno de tantos comerciantes que pasan la vida absorbidos por los negocios, frecuentando muy poco la sociedad y extraños por completo a toda manifestación intelectual del campo de las ciencias o de las letras. Por el contrario, mantenía relaciones de amistad con lo mejor de nuestra clase social, y en ella era muy estimado. Con el mismo aprecio se le recibía en el trato de las personas intelectuales, y su interés por el adelanto de nuestras letras se traducía en hechos como el de contribuir, a la par que los cubanos más distinguidos de la época, al sostenimiento de publicaciones como la selecta Revista Bimestre Cubana.
Contaba cuarenta años de edad cuando contrajo matrimonio (1840), habiendo tenido por lo menos tres hijos, un varón y dos hembras, gemelas y nacidas en La Habana en 1843, y una de las cuales fue Enriqueta Agustina. Desde edad temprana comenzó la educación de esta niña en una escuela privada de Nueva York, después continuada con todo esmero en París, y por último en Londres y mucho más cerca de su padre, pues ya éste se había retirado de los negocios y residía en Liverpool desde, 1848.
Vuelta al hogar paterno, compartía las atenciones propias de su estado con la lectura y la dedicación a estudios serios. Por la educación que había recibido, y por no conocer a su tierra natal más que aquello que la familia le contaría, es natural que en sus hábitos y costumbres no pudiera sentirse otra cosa que una joven inglesa, pero con toda esa cultura y ese refinamiento que se obtienen sólo por medio de la educación francesa, y sin duda que su padre, al educarla como lo hizo, se propuso, y hubo de conseguir, hacer de su hija una mujer de sólido fondo de instrucción y de ideas elevadas.
Enriqueta Augustina Rylands (1843-1908). Escultura de John Cassidy en mármol de Saravezza. © John Rylands Library.
El 6 octubre 1875 contrajo matrimonio con Mr. John Rylands, muy rico fabricante de Manchester, y el 11 diciembre 1888 quedaba viuda y poseedora de una fortuna inmensa. Entonces juzgó que ningún destino mejor podía tener esa fortuna que emplearla en fundar una institución que perpetuara el nombre de su marido, y fuera al mismo tiempo un centro consagrado al desenvolvimiento de los estudios en general; y teniendo en cuenta el interés que Mr. Rylands había manifestado siempre por los  estudios de Teología; decidió que esta materia ocupara el primer lugar en la institución futura. He aquí el origen del monumento erigido a la Bibliografía en Manchester, bajo la denominación de The John Rylands Library.*
La construcción del magnífico edificio dio comienzo en 1889, mas no de esa manera corriente como se emprenden no pocas obras consagradas a donativos públicos, de las que se encomiendan los proyectos a los arquitectos, y éstos calculan como juzgan más conveniente y luego presentan aquellos. La obra de la señora Rylands se hizo conforme a los planos del técnico Mr. Basil Campneys; pero ¡cuánto hubo en ellos que fue debido a la misma señora! Mujer de inteligencia y observadora, en sus diferentes viajes por Europa habíase formado un gusto lo bastante depurado y exacto para tener conciencia de lo que deseaba y debía ser su obra, y por lo misino, lejos de dejarse llevar por la impaciencia, bien natural y explicable en casos como éste, tranquila miraba la lentitud con que avanzaban los trabajos, pero sin hallarse por esta causa separada un solo día de aquella empresa que tenía esclavizada toda su existencia.
Enriqueta Augustina. © John Rylands Library.
Después de diez años, llegó un día en que el edificio se encontrase listo del todo para poder utilizarse, y fue entonces cuando la donadora se hizo doblemente admirable, porque demostró que no había consagrado únicamente su tiempo y sus energías a la construcción del edificio. Habíase dedicado, además, a la adquisición de valiosas colecciones de impresos y manuscritos con los cuales enriquecer la dádiva, según vamos a verlo.
Durante el año de 1892 anuncióse que el conde de Spencer había determinado vender la más célebre entre todas las colecciones particulares de libros, conocida por "La Biblioteca Althorp". El conde se veía obligado a renunciar a esta riqueza bibliográfica, mas estableció por condición primera de la venta, que el comprador lo había de ser por toda la colección, para así evitar que se dispersasen las preciosidades que formaban en conjunto aquel tesoro. Primeramente el British Museum, atraído por la serie de Caxton de esta colección, hizo proposiciones que no pudieron ser aceptadas, como no lo fueron otras varias hechas por ciertas bibliotecas de América. Sin embargo, la suerte parecía inclinarse a favor de una de estas últimas ofertas, cuando hubo de llegar este asunto a conocimiento de la señora Rylands, quien apreciando entonces la doble y grande conveniencia que proporcionaría a Inglaterra la adquisición de aquella biblioteca, tanto porque iría a ostentarse en los salones del nuevo edificio, cuanto porque no saldría para el extranjero, determinó pagar por aquel tesoro las 25,000 libras esterlinas que se pedían (123,000 pesos), y de este modo los 40,000 volúmenes que componen la colección Althorp vinieron a constituir una parte de la Biblioteca Rylands, con gran contento de los eruditos e investigadores ingleses.  Y todavía hizo más en este sentido la espléndida donadora: supo que se vendía la magnífica colección de manuscritos del conde de Crawford, y la compró también mediante una suma importante; y con mucha sorpresa por parte de la generalidad, la negociación llevóse a término de la manera más tranquila sin publicidad alguna, como acostumbraba hacer siempre esta señora. La colección citada compuesta de más de seis mil manuscritos no era, sin embargo, conocida de la mayor parte. Conocíanla cierto número de especialistas, y nada más. Los manuscritos orientales y occidentales que posee le dan carácter propio, así como los incunables se la dan a la colección comprada a Spencer. Las pastas de varios manuscritos son de un género y de un valor excepcionales; están hechas de marfil y de metal y datan de los siglos XII y XIII. Esta colección, respecto a sus encuadernaciones, ocupa en el mundo el tercer lugar, perteneciendo el primero a la de la Biblioteca Nacional de París, y el segundo a la de la Real de Munich.
Enriqueta Augustina. © John Rylands Library.
Relatemos ahora un acontecimiento muy señalado tanto de la biografía de la señora Rylands, como de la historia de la ciudad de Manchester. Este tuvo lugar el 6 de octubre 1899, día en que se cumplieron veinticuatro años de aquel que fue de bodas para la donadora, y quien lo escogió como ninguno más solemne para la inauguración oficial de la Biblioteca. Sin duda que más de una vez meditó en la serie de hechos que aquel aniversario venía a conmemorar: fecha de su matrimonio, terminación del monumento levantado para perpetuar el nombre de su esposo, y por último, la hora de la realización más satisfactoria del proyecto al cual había consagrado por largos años todos sus pensamientos y todas sus energías. ¿Qué otra fecha más merecedora que esta podía haber elegido? El edificio se encontraba terminado de un todo, y tras sus paredes se contaban 130, 000 volúmenes, y entre éstos, muchos de mérito y de precios tales, que hubo de ser considerada aquella, por una autoridad como el bibliógrafo francés M. Renouard, "la más bella y la más rica colección particular de Europa". Así, pues, la inauguración fue anunciada, y a presenciarla acudieron, de todos los puntos de Europa, numerosas representaciones. El discurso de apertura, pronunciado por el Reverendo Dr. Fairburn, Provisor del Colegio de Mansfield (Oxford), fue en todos sentidos una oración digna de aquel acontecimiento extraordinario. Al mediodía la señora Rylands fue invitada a pasar al palacio del Ayuntamiento, y allí le fue conferido el Derecho de Ciudad, o sea la distinción más elevada que la Municipalidad puede conceder, y en este caso de mucha más importancia todavía, por ser la señora Rylands la única mujer a quien se ha conferido este alto honor que muchas damas de primer rango ambicionarían. Después, y a nombre de esta señora, su hermano, Mr. Stephen Joseph Tennant, leyó un sentido discurso de gracias, y por último, tuvo lugar la ceremonia de la firma estampada en el tradicional pergamino de los ciudadanos libres de Manchester.La obra estaba hecha y regalada a la ciudad, ésta había correspondido confiriéndole a la espléndida donadora en ceremonia extraordinaria los honores más altos; pero todo no había terminado: el propósito de la señora Rylands no consistía en haber levantado un monumento para regalarlo a la ciudad y que ésta quedase obligada a sufragar los gastos de entretenimiento de aquel. Entendía la generosa y precavida señora, que la filantropía no debe traer aparejada condición ninguna que obligue a hacer erogaciones a la parte beneficiada, y en este sentido hizo más grandiosa obra, dotándola con una renta anual de 5,000 libras esterlinas (25,000 pesos) para su entretenimiento y desarrollo, y además, siempre que se presentaron oportunidades de adquirir libros raros y curiosos, acudió on nuevas sumas para comprar aquellos y enviarlos a la Biblioteca en calidad de nuevos donativos.
Enriqueta Augustina. © John Rylands Library.
Otro rasgo de la manera espléndidamente generosa que caracterizaba a la señora Rylands, lo tienen muchos lectores en este hecho: La Dirección de la Biblioteca consideró que un retrato al óleo representando a la fundadora de aquel centro, debía ser colocado en el mejor lugar del mismo. Con este propósito se solicitó el consentimiento y la cooperación de la señora, quien respondió que se le dejase reflexionar antes de decidirse. Tiempo después recibía la Biblioteca el donativo de una estatua de la señora Rylands, hecha en hermoso mármol de Saravoize, de tamaño más que el natural, de una fidelidad acabada, y obra del reputado escultor John Cassidy. La estatua, cuya reproducción en grabado venido de Manchester es el que aparece al frente de este trabajo, fue descubierta el 12 de diciembre de 1907 en la sala principal de la Biblioteca, en presencia de un corto número de personas, y pronunciando el discurso inaugural, a ruego del hermano de la señora, Mr. Stephen J. Tennant, el vicerector de la Universidad, Dr. Alfred Tlapkinson.
Llegamos ya al día más doloroso en la historia de la vida de esta benefactora admirable. El 4 de febrero de 1908, a los sesenta y cinco años, murió en Torquay, ciudad del Sur de Inglaterra, donde por lo dulce del clima y por la acción terapéutica de las aguas, había ido a buscar alivio para sus padecimientos. Y moría sin gozar de aquella dicha que Chateaubriand acordaba a quienes desaparecían de entre los vivos "mirando el campanario que los vio nacer", y sin gozar tampoco de otra dicha para ella más grande: la de cerrar por última vez los ojos llevando en ellos la imagen del monumento glorioso que su ilustración y su generosidad dejaban a la cultura de los tiempos modernos. Y aun a la hora de tomar sus postreras disposiciones, no olvidó a su querida Biblioteca, pues al contrario, como si no fueran suficientes los donativos con los cuales la había favorecido, aumentó el capital de aquélla con 200,000 libras esterlinas más (1.000,000) de pesos), en bonos del Tesoro al 4 por 100, y cuya suma, unida al capital que ya poseía la Biblioteca, produce una renta de 13,000 libras esterlinas (53,000 pesos), cantidad bastante para sostener y aun agrandar el establecimiento de una manera digna de su fundadora.
Agosto, 1909

*Notas
Quarterly Bulletin of the John Rylands Library, Manchester, octubre de 1908
The John Rylands Library, Manchester, 1902

Publicado por primera vez en la Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba en 1909 y retomado en ese mismo año en El Fígaro, 8 de agosto de 1909.

The John Rylands Library es la biblioteca de depósito no jurídica más grande del Reino Unido, así como la tercera biblioteca académica más grande del país después de las de Oxford y de Cambridge. También tiene la recaudación más grande de recursos electrónicos de cualquier biblioteca en el Reino Unido. La más vieja parte de la biblioteca, fundada en la memoria de John Rylands por su esposa Enriqueta Augustina Rylands como institución independiente, se sitúa en un edificio gótico en Deansgate, el centro Victoriano de la ciudad de Manchester. Este sitio contiene una colección importante de libros y de manuscritos históricos, incluyendo el más viejo documento existente del Nuevo Testamento, el papiro P52 - el fragmento de San Juan.

Enriqueta Augustina. Escultura de John Cassidy en su versión más pequeña y en bronce, conservada en el Muriel Stott Conference Centre de Manchester ©.